¡QUE NO OS SEPAREN! - Anónimo


"No tenía ganas de comer ni de verme, no tenía ganas de nada, y cuando yo veía a otras mujeres con sus hijos menos yo me daba mucha envidia y mucha tristeza de no poder tener a mi hijo conmigo. Y de ni siquiera saber como era su cara y se me partía el corazón"

Rompí aguas a las 5 del mañana del día 26 de marzo de 2004 y a las 6 llegué al hospital de Valdepeñas. Me dijeron que estaba muy verde y me metieron en la sala de dilatación. Pasaban por allí de vez en cuando para ver como iba y yo estaba con muchísimos dolores pero no dilataba. Al mediodía me llevaron a una habitación en planta y allí no pasó nadie y yo seguía con mucho dolor. A las 18 horas me llevaron otra vez a dilatación y como los dolores eran cada vez más fuertes, sobre las 20 horas le comenté al comadrón que por qué no me ponía la epidural y no me dijo nada. Al cabo de un rato pasan otra vez el ginecólogo y al explorarme miró sorprendido al comadrón y le dijo: Yo aquí no toco la cabeza, lo que toco son los ojos y la cara. Y me dijo: te voy a hacer daño pero aguanta un poco. Después de explorarme salieron deprisa y enseguida volvieron con un ecógrafo y vieron que era cierto, que el bebé estaba de cara. Se fueron deprisa hablando entre ellos y volvieron a decirme que me tenían que hacer una cesárea. Me llevaron al quirófano, me estuvieron preparando y como el anestesista no venía yo oía hablara a los 2 ginecólogos muy nerviosos “Y el anestesista no viene, con las prisas que hay, no tendrá valor de haberse ido a cenar”. Vino al momento. Me durmieron entera. Eran más de las 10 de la noche.

Cuando estaba en recuperación al despertarme tenía mucho frío y la herida me escocía muchísimo. Yo llamaba a las enfermeras y no me hacían caso. Al final vinieron y me dijeron que ya me habían puesto un calmante. Luego pasó mi marido y me estuvo diciendo que era un niño (aunque ya lo sabíamos), que era muy chulo y también un poco llorón, aunque yo estaba entre sueños por la anestesia. Al rato le dicen a mi marido que se salga y me llevaron a otra habitación de recuperación donde estaba yo sola. Ví venir al comadrón poniéndose los guantes y me revisó la herida de la cesárea.

Cuando pasaron las horas en recuperación me pasaron a la planta y mi familia me decía: Anda la que te espera, no veas como llora, no ha parado de llorar en toda la noche. Mi madre les dijo a las enfermeras que lo cogieran o algo para que no llorase pero ellas le dijeron que era normal, que no pasaba nada.

Por la mañana salió mi madre al pasillo y vio como se llevaban a mi hijo de un lado para otro y nadie le decía nada. Una de las veces mi madre paró a un médico y le preguntó qué pasaba pero él le contestó que sólo informarían a los padres. A las 12 y media pasan dos pediatras a la habitación estando mi marido y yo solos, sin tener ni idea de las malas noticias que nos iban a dar. Nos dicen que se lo tienen que llevar a Toledo ( a más de 150 kms.) porque estaba muy mal ya que tenía un neumotórax. Me dijeron que antes de llevárselo me lo pasarían a que yo lo viera (no lo había visto todavía) y yo creía que me lo iban a dejar coger en brazos pero no fue así. Lo trajeron dentro de una incubadora tapadito con una manta. Como yo no me podía mover de la cama y además me reflejaba la luz de los cristales de la incubadora no pude ver a mi hijo, sólo pude tocarle un dedito de la mano y se lo llevaron. Me sentí muy mal, pasé los peores días de mi vida, no podía parar de llorar, me sentía vacía y derrumbada y con mucha rabia de no haber podido ni verle la cara. A mi marido no lo dejaron ir en la ambulancia con el niño y lo tuvieron que llevar unos amigos a Toledo porque él no estaba en condiciones de conducir. Yo no conocí a mi hijo hasta 8 días después y todo porque en Valdepeñas no me trasladaban a Toledo con mi hijo. En Toledo las enfermeras le preguntaban a mi marido por mí, le decían que allí me podían ingresar y podría estar cerca de mi hijo.

Yo se lo pedí a todos los ginecólogos que pasaron por allí y todos me decían que me quería ir que cogiera el alta voluntaria pero que si me pasaba algo era mi responsabilidad.

A mí me hacía mucha ilusión darle el pecho y para que no se me retirara la leche me estuve sacando con un sacaleches. En Toledo le preguntaron a mi marido que si le iba a dar el pecho y él les dijo que sí. Ellas le dijeron que la leche que yo me sacaba que se la podía mandar. Yo se lo dije a las enfermeras de Valdepeñas pero ellas me dijeron que no, que no tenían medios para poder mandarla allí.

La semana que estuve en Valdepeñas lo pasé fatal, no podía dejar de pensar en mi hijo,y aunque mi marido me decía que estaba mejorando yo no me lo creía del todo y pensaba que lo decía para que no me preocupara. No tenía ganas de comer ni de verme, no tenía ganas de nada, y cuando yo veía a otras mujeres con sus hijos menos yo me daba mucha envidia y mucha tristeza de no poder tener a mi hijo conmigo. Y de ni siquiera saber como era su cara y se me partía el corazón. La primera vez que yo vía a mi hijo fue en una cámara de vídeo. Mi marido lo grabó a los 3 ó 4 días cuando tenía menos cables puestos para que no me diera tanta impresión. Al verlo en la cámara de vídeo me puse a llorar sin parar, me emocioné muchísimo, no podía creerme que lo estuviera viendo aunque fuese por la cámara. Me pasaba el día viéndolo en el vídeo, para mí era el único consuelo.

El día que me dieron el alta me fui directamente a Toledo en el coche, se me hizo el camino larguísimo. Cuando llegamos al hospital y entramos a Neonatos donde estaba mi hijo y otros bebés me puse a llorar sin parar, y mi marido me dijo “ A ver si sabes cual es el nuestro” Y yo claro, no lo sabía. Cuando me lo enseñaron no me lo podía creer, me parecía mentira, me decían que lo cogiera de la cuna y yo no sabía cogerlo. Entonces lo cogió una enfermera y me lo dio en mis brazos. Sentí algo en mi cuerpo inexplicable, una emoción grandísima, por fin estaba con mi hijo. Allí me dieron alojamiento, era un piso que había encima del hospital, que era exclusivo para las mamás que tenían a sus hijos en neonatos y no eran de Toledo. A los papás no los dejaban entrar, sólo a las mujeres. Cada una teníamos nuestra habitación, el baño era con muchas duchas y el salón y la cocina era común. Cada 3 horas bajaba a darle su toma y luego cuando terminaba iba a una sala donde había dos sacaleches eléctricos y la leche que sacaba la metía en un tarrito que le daban luego por la noche. Pero sólo me podía sacar de un pecho porque del otro me salía sangre y me decían que con sangre no la querían. Nos dieron el alta el día 6 de abril pero mi lactancia fracasó ya antes de salir del hospital.

Todo esto fue como una pesadilla en la que nunca despertaba, pero al final el niño se recuperó y actualmente está bien. Lo que no quiero es que nadie vuelva a tener que pasar por esta situación tan dura.

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